Reposo en cama y lumbalgia: cuando quedarse quieto empeora el dolor

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Durante décadas, a quienes sufrían de dolor lumbar —también conocido como lumbalgia— se les recomendaba guardar reposo en cama. Esta práctica, tan común como arraigada, tenía una lógica aparente: si duele moverse, lo mejor es no hacerlo. Sin embargo, la evidencia científica de las últimas décadas ha demostrado justamente lo contrario. Permanecer en la cama puede no solo retrasar la recuperación, sino incluso empeorar el problema (van Tulder et al., 2004).


En la mayoría de los casos, la lumbalgia es inespecífica, es decir, no se puede atribuir a una causa estructural clara como una hernia de disco o una fractura. Estos episodios suelen ser autolimitados y mejoran con el tiempo, pero el enfoque terapéutico es clave para evitar la cronificación del dolor.

El mito del reposo en cama

Durante mucho tiempo, el reposo absoluto fue la recomendación de primera línea para la lumbalgia aguda. La lógica parecía sencilla: evitar movimientos que pudieran agravar el dolor o causar más daño. Sin embargo, a medida que se realizaron estudios clínicos controlados, esta recomendación empezó a ser cuestionada.

Numerosas revisiones sistemáticas y metaanálisis —como los publicados por la base de datos Cochrane— concluyen que el reposo en cama prolongado no solo no ayuda a mejorar la lumbalgia, sino que puede tener efectos negativos (Dahm et al., 2010).

Una revisión de Cochrane analizó los efectos del reposo en cama comparado con mantenerse activo en pacientes con dolor lumbar agudo. Los resultados fueron concluyentes: los pacientes que permanecieron activos experimentaron una recuperación más rápida, menor intensidad de dolor y un retorno más temprano al trabajo (Dahm et al., 2010).

Estudios más recientes, como el artículo de The Lancet titulado Low back pain: a call for action, advierten sobre el uso excesivo de intervenciones pasivas —como reposo, imágenes diagnósticas innecesarias y medicamentos opiáceos— en detrimento de enfoques activos, como el ejercicio y la educación del paciente (Hartvigsen et al., 2018).

Consecuencias del reposo prolongado

Quedarse en cama durante varios días no solo retrasa la mejoría del dolor lumbar, sino que puede provocar una serie de efectos adversos:

  1. Pérdida de masa muscular: el desuso muscular, incluso por pocos días, debilita la musculatura de la espalda, aumentando el riesgo de recaídas (Waddell, 2004).
  2. Rigidez articular: la inmovilidad contribuye a la pérdida de flexibilidad y puede generar más dolor al reanudar la actividad.
  3. Aumento de la percepción del dolor: el reposo puede favorecer el enfoque mental en el dolor y aumentar la sensibilización del sistema nervioso central (Apeldoorn et al., 2016).
  4. Aislamiento y deterioro del estado de ánimo: el reposo prolongado puede derivar en sentimientos de frustración, ansiedad o depresión, factores que amplifican el dolor (Kroenke et al., 2011).
  5. Mayor riesgo de cronificación: cuanto más tiempo se permanece inactivo, mayor es la probabilidad de que el dolor se convierta en persistente (Airaksinen et al., 2006).

La evidencia científica es clara: el reposo en cama prolongado no es beneficioso para el tratamiento de la lumbalgia aguda. Por el contrario, mantenerse activo dentro de las posibilidades, continuar con las actividades diarias y recibir educación sobre el dolor son estrategias más eficaces para la recuperación. Cambiar el paradigma del “descanso total” por el de la “actividad controlada” es fundamental para combatir una de las dolencias más comunes del siglo XXI.

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